martes, 30 de abril de 2013

El Olor de la Incertidumbre.


La noche era oscura y húmeda. La Luna se situaba en el punto más alto del cielo y bajo las parpadeantes luces de las farolas, Marino andaba zigzagueante envuelto en un silencio sepulcral, en busca de una excusa para no volver a casa. Sus pasos eran torpes y parecía luchar por mantenerse en pie. Su pelo estaba despeinado y su gabardina abierta. En su rostro podía verse que se trataba de alguien de no muchos años, sin embargo sus ojos negros emitían un brillo intrigante de madurez y locura. Dio los últimos pasos y se paró frente a un pub en cuyo cartel se leía Vitos´s. Apuró la botella envuelta en una bolsa de papel de un último trago y se dirigió a entrar en el lugar. Antes de abrir la puerta se observó reflejado en el cristal, esperó un momento y una leve sonrisa salió entre la comisura de sus labios. Empujó la puerta y entró. Se trataba de un pub sucio y oscuro, su olor recordaba a mistelas y humedad. La barra se extendía desde la puerta hasta el final y varias personas se encontraban en ella hablando y apurando vasos en busca de un golpe de suerte que solucionara todos sus problemas. Entre el murmullo podía escucharse una antigua versión de Girl, you´ll be a woman soon que parecía llenar los huecos vacíos de cada conversación. Tras la barra un camarero entrado años y con la cara marcada por ese paso del tiempo lo miraba desde el fondo de la sala mientras apagaba un cigarrillo. Dio un par de pasos al frente y habló al recién llegado:
  • ¡Marino!, ¡Hace mucho que no pasas por aquí!, No sé si alegrarme de verte o no. – Parecía confuso –
  • No tienes que hacer ninguna de las dos; Ponme un Tequila y deja la botella sobre la barra. ¿Desde cuando das tú tu opinión?¿Tanto tiempo ha pasado?.
Su voz era grave, áspera y seca. Mientras hablaba avanzó dos pasos a duras penas y se sentó sobre el taburete que encontró más cerca. Varias personas se giraron para observar la escena antes de seguir apurando sus botellas. Vito colocó la botella de tequila y un vaso en la barra y permaneció junto a él esperando una explicación. Marino se miraba en el espejo que se encontraba tras la barra y agarró la botella sin mirarla, vertió su interior en el vaso y miró al camarero.
  • ¿Sabes, Vito?, No sé porque dejé de venir aquí, de salir, de beber. Mi vida ha consistido en eso y he sabido mantenerme, viejas amistades, desconocidos, noches… placer por la incertidumbre. ¿Por qué dejé todo esto?. – Parecía menos borracho hablando que caminando –
  • Tú conoces el motivo, y eres un gilipollas. Todos esperábamos que no volvieras, ella te había dado la oportunidad de ser alguien decente y no el despojo que eres y que todo el mundo esperó que fueras siempre… pero sabes que no es esa la pregunta. ¿Por qué has vuelto?, Lo jodiste todo, ¿Verdad?.
  • Yo no jodí nada, hijo de puta. Me pidió que la esperara, tenía la cabeza en otra parte y los problemas se nos acumulaban; facturas, hipoteca, trabajar y trabajar para pagar cosas que no quiero. No estoy acostumbrado a ese estilo de vida. Este ha sido siempre mi estilo de vida. – Golpeó la barra fuertemente con el puño –
  • ¿Beber? ¿Ese es tu estilo de vida?. – Vito se apoyó en la barra y lo miró a los ojos –
  • Ese es el estilo de vida de todo el mundo, si estamos tristes bebemos para olvidar, si somos felices bebemos para celebrarlo y si no pasa nada bebemos con la esperanza de que pase algo. No le veo nada negativo, pura banalidad e hipocresía. Me refiero a que ella me pidió que la esperara y se fue, dijo que necesitaba tiempo y pensar. Casi me vuelvo loco, he conocido el dolor de la perdida pero siempre hay algo peor, la incertidumbre. Miedo a algo que no es seguro, esperar algo que desconoces y no poder hacer nada, perder la esperanza, y aún así seguir en pie.
  • ¿Qué la esperaras? – Vito parecía impresionado - ¿Y qué pasó a su vuelta?.
  • No aguante hasta su vuelta, no pude más, me derrumbe, huí. Nadie merece tanto sufrimiento ni merece un castigo así sin merecerlo. Más de un hombre ha acabado viviendo en un parque por una mujer.
  • ¿Y tú quieres ser la prueba de ello?.
  • No, yo quiero ser libre, y si la libertad me lleva a eso, lo haré. no volveré a esperar a nadie, y menos a ella. Está decidido.
La conversación continuó durante horas y mientras tanto el bar fue vaciándose hasta que solo quedó una persona junto a ellos. La chica parecía querer apurar la noche hasta desgastar las estrellas y, por ello, su intención era quedarse allí el máximo tiempo posible. Vito se retiró al almacén para cerrar el bar. La música se paró y se mantuvieron durante varios minutos en un silencio cómplice, envueltos en sus pensamiento, sin ser conscientes de la presencia del otro. Pasado un rato la chica se giró y vio a Marino con los ojos clavados en el suelo, parecía ausente e intrigante. Abrió la boca para hablar pero prefirió seguir disfrutando del silencio. Marino vio rectificar a la chica, la miró también y decidió hacer lo mismo. Pasado un rato Vito volvió del almacén:
  • ¡Todavía estáis aquí!, pensé que os habríais ido. Supongo que ninguno quiere volver a casa. Podéis quedaros aquí a dormir si lo queréis pero no quiero líos y mañana os marcharéis cuando abra de nuevo. Podéis seguir bebiendo si os apetece, invita la casa por esta vez. – Agachó la cabeza y la balanceó con un tono de decepción – Yo me voy, parece ser que al contrario que vosotros tengo a alguien en casa que me espera.
  • Te lo agradezco, Vito – Dijo Marino – No se me ocurre ningún otro lugar a donde ir.
Vito apagó las luces y cerró el bar desde fuera. La chica se había quedado allí pero no había abierto la boca ni para despedirse del camarero. Marino supuso que era una situación habitual para ella puesto que Vito había supuesto que se quedaría sin tener que tuviera que decirle nada. Él se levantó y fue detrás de la barra a coger una botella se sirvió una copa y miró a la chica:
  • ¿Te apetece otra? – Le dijo.
La chica se limitó a acercar su vaso como señal de aceptación, Marino le llenó el vaso y se acercó a ella. En un principio no quiso interrumpir su pensamiento y solo se quedó mirándola. Entonces ella lo miró y habló:
  • Es difícil encontrar a alguien que no estropeé los silencios con frases absurdas para no sentirse incómodo. Por eso no hay mejor amigo aquel que es capaz de compartir tu soledad. No sé si podrás entenderme, he bebido mucho y es muy tarde.
Su voz era dulce y grave, cargada de dureza, con el final de cada frase emitía un sonido carraspeante y solía evitar el contacto directo de su mirada con la de Marino. En una de esas fugaces miradas Marino pudo ver unos rasgados ojos verdes que acompañaban a unos rasgos delicados y una melena larga y azabache.
  • Sé a que te refieres, pero no he hablado porque no me apetecía. No pretendía satisfacerte. ¿Cómo te llamas?¿Eres amiga de Vito?. – Dijo Marino.
  • Me llamo Irina y podría decirse que soy su amiga, frecuento su compañía y en ocasiones el paga por frecuentar la mía, no sé si me entiendes…
  • Creo que te sigo.
  • Al parecer eres un viejo amigo suyo si no no estarías aquí y por lo que he escuchado no estás en tu mejor momento. ¿Necesitas algún tipo de compañía esta noche?. – Continuaba sin mirarle a los ojos y apoyada con un codo sobre la mesa mientra bebía al finalizar cada frase.
  • Creo que me conformaré con la conversación y un par de tragos más pero gracias.
  • Es una pena, lo habría hecho gratis.
  • Quizás en otra ocasión, Irina. – Apuró el vaso y sirvió otros dos -
La conversación continuó y divagaron hasta altas horas de la noche, parecían conocerse aunque no se habían visto nunca y como suele pasar, cuanto más vacía estaba la botella más facilidad encontraban para desahogar sobre el otro el peso de sus tristes vidas.
  • ¿Cómo has acabado en esta situación?, quiero decir: Siendo prostituta, durmiendo en un bar, desahogándote con un desconocido y destrozando tu hígado sin piedad ninguna. Pareces más joven que yo y más inteligente, lo cual he comprobado que ocurre con el ochenta por ciento de las chicas que conozco. – Las palabras de Marino era cada vez menos lúcidas.
  • Yo nací al este de Europa pero con la desaparición la URSS mucha gente se vio obligada a salir del país y adaptarnos a vuestro estilo de vida, yo me adapté de esta forma. – Hizo una pausa, parecía pensar como defender su situación- Nunca he encontrado nada malo en utilizar tu cuerpo para ganar dinero y los hombres que suelen llamarte se encuentran demasiados solos para tratarte mal. No es un mal trabajo pero tampoco es algo que quiera hacer para siempre. ¿Cómo has acabado tú así? Desde mi punto de vista has caído mucho más bajo que yo, mi situación es por necesidad, la tuya es puro conformismo. Creo haber escuchado algo sobre una chica. – Su acento era muy exótico.
  • ¿Así? Bueno la vida es una montaña rusa… Siempre he sido una persona muy segura de sí misma. No he tenido casi inseguridades y siempre que me he dispuesto a hacer algo lo he hecho bien. Nunca he fracaso en nada que me haya propuesto conseguir pero siempre tiene que aparecer una debilidad, un Talón de Aquiles, una punta en la pared donde rasgarte el codo cuando has pasado lo difícil. Mi debilidad ha sido ella, se llamaba Helen, bueno y se sigue llamando así, solo me abandonó; no ha muerto. – Sonrió – Quizás por eso me afecta tanto que se fuera, no estoy acostumbrado a que alguien me rechace y me confié, pensé que estaría ahí hasta que yo quisiera. – Marino miró al suelo.
Había empezado a llover y se escuchaba golpear con fuerza el agua contra los cristales del bar. Dentro del bar era lo único que se escuchaba. Permanecían en silencio pensando en esta última conversación. Beber le facilitaba el hablar de ello pero las heridas siguen abiertas y expuestas después de cada sorbo. Tras pasar un rato escuchando la lluvia Marino continuó.
  • Lo peor de todo fue que nunca me dijo que se iba, solo me pidió que la esperara. La incertidumbre puede volverte loco en esas situaciones. He pasado noches sin dormir imaginando situaciones que nunca han existido, soñando despierto cosas que parecían reales. Estoy roto por dentro y nunca he tenido cojones de buscarla para decírselo, es verdad que es la duda de si volverá o no la que me hace sufrir pero me aterroriza que la respuesta sea peor que la propia situación en la que estoy.
Irina asintió, se levantó de la silla y le contestó:
  • Creo que eres un cobarde, esa chica te debe una respuesta y tú estás aquí hundido en tu propia miseria. Ve y búscala te diga lo que te diga siempre será mejor que la espera, tu problema es que no puedes aceptar algo que no aún no ha pasado y no puedes cerrar un capítulo de algo que no ha terminado; te he escuchado decir que no la esperarías nunca más y sin embargo aquí estás, esperando. Me aburres, me voy a dormir.
Irina se fue al fondo del bar y entró en el almacén donde parecía que había un colchón en el suelo. Se tumbó y no tardó en dormirse. Marino permaneció allí sentado durante varios minutos. Pensaba en lo que le había dicho, puedes tener todo tipo de problemas en la vida pero no puedes verlos como son realmente desde dentro. Lo mejor que te puede pasar en esa situación es tener un amigo lo suficientemente hijo de puta para decirte el ridículo que haces y como te ven los ojos que te observan para poder dar un paso que te haga solucionar los traumas que te causa.
Al cabo de un rato se levantó de su silla y salió de Vito´s. Se dirigió a su casa pensando y deseando poder dormir como se merecía después de tener más alcohol que sangre en vena. No podía evitar tener sensaciones ilusorias de encontrar a Helen esperando en la puerta de su casa. Que todo habría acabado pero cuando se sorprendía pensando en ellos cortaba el pensamiento recordando las conversaciones de esa noche. Tardó más de un hora hasta llegar a pie a su casa. Entró, olía a cerrado y basura, llevaba semanas sin limpiar pero no era algo que le preocupara. Llegó hasta su cama y se durmió sin problemas. Nada pasó por su cabeza hasta que despertó.
Durante semanas volvió a llevar una vida más o menos normal, evitaba pensamientos que le derrumbaran y acostumbró a llevar chicas a casa cada noche para evitar la soledad. Se encontraba bien entre gente marginada porque se sentía un marginado. Le aburría la gente normal que se creía equilibrada y presumía de vivir en el mundo real por tener un trabajo, familia y cuatro amigos con los que salir de su hipócrita vida los fines de semana. - Si algo aburrido en este mundo es aquel que te dice siempre la verdad – pensaba.
Una de esas tardes se sorprendió solo, sin alcohol y revisando viejas cajas. Entre ellas encontró viejas fotos de Helen, en una de ellas estaban ellos dos, casi desnudos, en un lago, recordaba el olor a hierba y sexo y una vieja canción de Johnny Cash sonando de fondo. - ¡Joder! – Pensó – Eran grandes tardes. - Se sorprendió triste y decaído con su recuerdo y decidió olvidar el tema durante unos días. No salió como había querido y la “infalible” táctica de la rutina y el sexo vacío había dejado de funcionarle y quizás era el momento de afrontar la realidad y tener la conversación que debería acabar con todo aquello. Bebió y fumo un poco de hierba antes de salir para relajarse. Había escuchado donde vivía ahora Helen así que probaría fortuna. Intentaba no tener expectativas sobre el momento de encontrarse con ella y era inevitable pensar en que todo podría salir bien. Llegó hasta su puerta. No imaginaba a Helen viviendo en un lugar así parecía moderno, todas las puertas eran iguales, excepto algunas con una maceta y varias flores en la puerta. Todas las puertas eran marrones en el edificio y tenían frente a ellas un ventana que dejaba ver al menos la ciudad de un punto algo, bastante bello si sabías apreciarlo. Se paró, apelmazó su ropa y llamó con tres golpes secos. No pasó nada. Esperó. En todo el edificio había silencio, parecía aburrido, ni siquiera era de noche. Volvió a golpear la puerta tres veces y esperó. Siguió sin ocurrir nada y bajó la cabeza. Se sentía ridículo y había demasiada luz para su gusto. Se dio la vuelta y dio un pasó cuando escuchó una puerta abrise detrás de él.
  • ¿Puedo ayudarle en algo? – Tenía una voz grave pero femenina. Marino se dio la vuelta, ella abrió sus grandes ojos impresionada - ¡Vaya, eres tú!. Hacía tiempo que esperaba tu visita.
  • ¿Puedo entrar?, Creo que tenemos algo pendiente y no puedo marcharme sin hablar contigo. – Parecía haber vuelto la seguridad en sí mismo que le había acompañado toda su vida, quizás solo apariencia.
  • ¡Claro!, pasa. – Tartamudeó antes de hablar. Se retiró de la puerta para dejarlo pasar.
Marino entró en la casa, parecía luminosa y poco decorada, no parecía un lugar en el que vivir mucho tiempo. La entrada daba directamente al salón donde había un sofá con una pequeña mesa de té delante con par de libros sobre ella, en uno de ellos podía leerse “Hemingway”. Tras la mesa había una tele muy antigua y algunos posters en la pared del fondo. Se sentó en el sofá y esperó a que llegará Helen con un par de cervezas, ella se sentó y le preguntó.

  • ¿A qué has venido?. – parecía nerviosa.
  • Necesito hablar contigo, quiero saber varias cosas que para mi quedaron al libre albedrío,he estado pensado mucho pero no quiero incomodarte, puedo marcharme si lo deseas. En fin, será como tú quieras.
Marino se echo hacia atrás y se recostó en el sofá, ella soltó la cerveza sobre la mesa y se quedó pensativa mirando a la ventana que tenía enfrente. Giró la cabeza, su larga melena negra hacía juego con sus ojos y su piel morena. Observó fijamente lo ojos de Marino, se mantuvo estática, miró al suelo. Dio un largo trago de su cerveza y la dejó de nuevo sobre la mesa. En una acto de impulso se avalanzó sobre él, le besó, le agarró con fuerza, se retiró y le golpeo la cara fuertemente con la palma de la mano. Él parecía no comprender nada. Volvió a mirarle y le besó, intentaba quitársela de encima sin mucho éxito y finalmente cedió antes los encantos de Helen. Continuó besándola y le arrancó los botones de la camisa. Jadeaban como sabuesos. La agarró de las nalgas y la levantó del sofá, la llevó hasta la cama sorteando los obstáculos del camino y la lanzó sobre ella. Se tumbó despacio a su lado y continuó besándola mientras acariciaba su vientre y le agarraba del pelo. Ella le agarraba y le arañaba el pecho. Él ambiente olía a pasión, ira, fuerza, sentimientos que nunca desaparecen,como la complicidad, la compenetración y la confianza. Hicieron el amor hasta pasadas cuatro horas. Ninguno habló, en ningún momento fue necesario. Estaban exhaustos, al acabar ella recostó su cabeza sobre el hombro de él y durmieron, abrazados y desnudos, toda la noche.
Marino abrió lo ojos por la mañana. Allí estaba ella, mirándolo. La besó, todo parecía un sueño. Se sentó en el borde de la cama y la miró. Entonces le habló.
  • Ha sido increíble, ¿No crees?. – Y carraspeó.
  • Ha sido lo más inesperado que me ha ocurrido nunca. – Parecía cansada.
  • ¿Y ahora qué? – Preguntó él.
  • Es algo que deberíamos replantearnos, y no tomar a la ligera – ahora ella perecía muy segura de sí misma. Seguía desnuda y se sentó en el borde de la cama junto a él – Cuando llegaste ayer estaba recogiéndolo todo. He aceptado un trabajo fuera del país y me voy pasado mañana. No esperaba que pasara nada esto y necesitaba alejarme de todo cuando me lo ofrecieron, no voy a pedirte que lo hagas pero… ¿Crees que podrás esperarme?.
Marino se levantó y comenzó a recoger su ropa. Se puso la camisa, recogió su ropa interior y comenzó a ponerse lo pantalones. Ella mientras tanto lo observaba desde la cama. Se frenó frente a la ventana y miró por ella mientras abrochaba los últimos botones e su camisa. Hacía un día precioso y El Sol golpeaba con fuerza aquella mañana. Los pájaros cantaban junto ellos y los rayos de luz penetraban en toda la habitación. Marino se dio la vuelta la miró a los ojos y volvió a tumbarse en la cama, junto a ella.



jueves, 18 de abril de 2013

Déjame.


Déjame que te enseñe
la belleza de volar
en compañía,
de mis noches en silencio
de tus ganas de gritar
y de la lluvia.
Déjame verte brillar
entre las sombras
y comerte
la primavera
entre sonrisas
y deja que me funda
contigo
y con la brisa
y el mar
y la luz
y la Luna
y tu risa.