lunes, 28 de enero de 2013

Un final.

Al final, quedan siempre
vacías las habitaciones
de miradas, de sonrisas,
de recuerdos, de atracciones.
Se nos olvidó encadenar
a las caricias y decorar
a la rutina con las flores.
Me deshice en olores,
tus curvas, incertidumbres,
en besos y en mañanas,
para subsanar nuestros dolores
y romper tu pulcritud
entre mis sábanas. 

domingo, 6 de enero de 2013

Un día concreto.


Era un día lluvioso y el verde las paredes se derretía sobre el cuerpo de Fran en aquella calle del centro. Desde su sitio solo se veía basura, libros viejos con polvo entre sus páginas, y botellas vacías como corazones la última semana de un agosto idílico. Por la ventana entraba un hilo de luz que marcaba la sombra de los barrotes del alfeizar. Era una imagen tétricamente bella que sería imposible de explicar con certeza para el entendimiento de la mediocridad con la que observáis. En el centro de ese suburbio una mirada perdida viajaba mentalmente a momentos en el que todo aquello le parecería importante dentro su vida. Hubo una época en la que una vida rutinaria y una copa antes de acostarse era suficiente para ser feliz. Quizás evitar pensar en la persona con quien dormía en esos momentos era una negación necesaria para recordar esos momentos con cariño, pero eso no evitaba que ella hubiera estado allí. Sin embargo, siempre pensó que sería más feliz solo, no rendir cuentas a nadie y poder vaciar botellas al ritmo con el que pasaba hojas del calendario. Parecía un buen plan para un hombre cuyo recuerdo más cercano al trabajo quedaba tan lejos como las duchas diarias. Se levantó de esa silla y esperó a que se le pasara ese mareo para dar el primer paso. Cojeaba desde hacía años pero tampoco se había preocupado en conocer el motivo de este síntoma. Anduvo hasta apoyarse sobre el marco de la ventana y observó durante un rato mientras esquivaba que la luz le diera directamente en esos ojos casi grises y enterrados por el mal llevado paso del tiempo. En la calle cientos de personas paseaban, al parecer, muy atareados. A Fran siempre le gustó observar a la gente sin que supieran que son observados por que solo en ese momento es cuando alguien se comporta sin tal y como es. Le gustaba encontrar personas que andaban perdidas, desde su punto de vista, las personas que andaban con la mente en otro sitio siempre eran las mejores que encontraba en su vida.
En la acera frente a esa casa, una chica de estatura media y muy bien vestida entraba en una tienda de licores. Estaba aburrida de ese día y buscaba algo fuerte con lo que matar a las horas de una forma suave y entretenida. Abrió la puerta suavemente y entró en la sala con presencia. Los ojos cansados de un vendedor casposo le observaron desde detrás de un mostrador.
- ¿En que puedo ayudarle? - Se escuchó - No creo que pueda encontrar lo que busca alguien como usted en un sitio así. - La voz del vendedor se apagaba en las últimas palabras de cada frase como un la luz de una linterna a la que se le están agotando las pilas.
- ¿por qué supone? - La voz de la chica sonaba melodiosa pero firme- ¿No cree que pueda satisfacerme ni aunque solo sea como un mero acto social de venderme algo que pueda interesarme? Puestos a suposiciones, dudo que pueda satisfacerme pero si me da una botella de absenta al menos habré encontrado lo que busco y usted habrá alcanzado el nivel máximo de satisfacción que podrá ofrecerme en la mera relación vendedor-cliente a la que nos ceñiremos. Así que deje de hablar y haga lo que le pido - mientras hablaba daba pequeños pasos acercándose al mostrador.
- No era mi intención ofenderla. - dijo el tendero en palabras que sonaron a gruñidos -
La chica bajó sus gafas de sol hasta la mitad de la nariz y dejó ver unos ojos claros y sobre ellas. Su piel clara contrastaba con el color oscuro de su sombrero y las palabras que salían entre unos labios gruesos y carnosos hacían que a cualquier hombre le apeteciera perderse en ellas. La chica cogió la botella y salió de la tienda. Mientras cruzaba la calle tiró la bolsa de papel y metió el absenta en el bolso. Camina perdida, llegó a la cera de enfrente y se paró delante de unas pequeñas escaleras que llevaban al portal de un edificio construido hace algunas décadas. La escalera de incendios sobre este parecía tan oxidada que quizás algún día fuera la causante de un problema mayor de los que pudiera solucionar. Miró hacia arriba despacio hasta fijarse en el movimiento de vaivén de unas cortinas en la ventana de uno de los pisos superiores. Se quitó las gafas y las colgó de una patilla en su escote. Comenzó a andar lentamente, consciente de la sensualidad del movimiento de sus caderas y entró en el portal quedando atrás una calle llena de ruido. Entró en el ascensor y subió hasta el cuarto el piso. Anduvo por el pasillo que sucedía al ascensor y tras dejar atrás dos puertas se paró frente a una rígida puerta de caoba con una mirilla circular en el centro. Se miró al espejo que tenía en el bolso, lo guardó y llamó tres veces fuertemente a la puerta. Se hizo el silencio.
Fran continuaba mirando por la ventana. Se dio la vuelta y vio su casa, quizás había ido demasiado lejos, no pretendía ser así de impresentable a pesar de la dejadez que se apoderaba de su vida. Anduvo dos pasos y se preguntó por donde empezar - Es mejor empezar por el principio - se dijo, y cogió una botella del suelo y la que besó hasta que el alcohol le hizo toser. La dejó sobre la mesa y recogió los trozos de comida seca del suelo, ordenó las botellas vacías en el mueble de la cocina y llevó todos los libros a su escritorio. Tras haber acabado se podría decir que parecía una casa deshabitada pero una casa al fin y al cabo. Abrió las cortinas que quedaron meciéndose a cada lado de la ventana y en el sillón. Sobre la mesa solo habían quedado un par de folios. Quizás era un momento bueno para empezar a escribir algo. Nunca había sido escritor pero su carácter bohemio y ausente hacía que las chicas le tomaran por algo parecido. Además siempre había pensado que la mejor forma de conocer tus pensamientos era plasmarlos sobre un papel. Cogió la pluma y escribió "Notas para un relato". Se inclinó sobre la mesa y dio otro trago. Escribió el primer guión "Un hombre que nunca ha logrado tener una vida personal fija, el sexo ya no es suficiente pero...". Tres golpes sonaron en la puerta. Se hizo el silencio. Maldijo internamente. - Sea quien sea, ya se irá. No me apetece tener visitas ahora. Seguramente sea el idiota del mexicano católico del pasillo de enfrente para regalarme otra jodida estampita - Pensó. Pasaron diez segundos y cogió la pluma de nuevo. Apoyó la mano sobre el papel. La puerta sonó de nuevo interrumpiendo su pensamiento. Se levantó enfurecido y tiró la botella contra la puerta. La botella no se rompió pero el golpe se escuchó en todo el edificio. Se acercó cojeando a la puerta mientras voceaba y blasfemaba. La abrió.
- ¿A caso quieres que te pateé el cul...oh... ¡Eres tú! - Sus ojos se abrieron, parecía conmocionado. - Hacia tiempo que no sabía nada de ti, ¿Qué coño haces aquí? - Se dio la vuelta y dejó la puerta abierta.
- He tenido recibimientos mejores pero me conformaré si me dejas entrar, he traído algo para beber. - La chica entró y cerró la puerta.
- Llegas algo tarde, Mery. - Dijo sin mirarle a los ojos - No te esperaba y llegas en mal momento. Muy de tu estilo, por cierto.
- Sabes que ninguna de esas razones son suficiente para que mi llegada no sea bienvenida - las palabras de ella siempre sonaban convincentes, quizás ese fuera el secreto de que lo que dices acabe siendo real, creerlo - ¿Qué estás haciendo y por qué tienes todo recogido? ¿Estás viéndote con alguien?
- Quizás me vea con alguien. No es algo que deba tratar contigo o que deba preocuparte. - La áspera voz de Fran podía curvar el espacio que los separaba con solo gritar un poco más - ¿Qué es lo que quieres?
- A ti. Te he echado de menos, cielo. - Apoyó sus manos sobre la mesa y se quitó el sombrero.
- Tengo hambre, ¿Te apetece algo de comer? - Levantó la vista y pudo mirarla un segundo a los ojos antes de bajar la mirada de nuevo y clavar los ojos en las pocas palabras que había escrito.
- ¿Vas a esquivar todo lo que te diga que pueda hacer que cedas haciéndonos entrar en el bucle infinito que caracteriza nuestro amor? o ¿vas a ponerme las cosas fáciles sin que tenga que meterme tu polla en la boca antes de convencerte de que no puedes huir si soy yo quien te sigue?
Fran se levantó del sofá y cogió la botella que ella había dejado sobre la mesa. La abrió y tomo un largo trago, después la cerró y la dejó de nuevo donde estaba. Tumbó su cuerpo sobre el sofá y pensó en el porqué de que ahora no quisiera nada de ella. Hacia tiempo ya se habían estado viendo y tras la venta de su alma a un amor, en el que nunca creyó, y tras retirar su coraza en el momento, el que una lluvia de flechas se le venía encima, ella se fue y las heridas de las flechas cicatrizan muy lentamente si te las cuidas tú solo. No había pasado mucho tiempo desde entonces pero esa chica parecía estar dispuesta a reabrir sus heridas cada vez que la costra ya las había cubierto. No era la primera vez que se iba y volvía pero la recaída tras levantarte suele ser siempre en aún más profunda. Nunca le había faltado el sexo y tampoco era algo que le preocupara. Tenía dinero para pagar a una puta si una noche se sentía solo pero estamos hablando de una compañía distinta. Es fácil sentirte solo aunque físicamente haya alguien a tu lado pero es muy difícil que alguien elimine ese sentimiento sin estar a tu lado de forma física. Ella era quien conseguía que los días pasaran más rápido pero hay información que es mejor callarse para que no se vuelva en tu contra. Fran volvió en sí y dio una vuelta a la habitación con la mirada. Entonces se dispuso a hablar.
- Sabes que una mamada no es tu punto fuerte y no esperes convencerme de nada a estas alturas. Aún no sé que pintas aquí. - Bajó la mirada de nuevo.
- Estoy aquí por ti. Eres lo único que logra sacar lo que tengo dentro y hacer olvidar la vida que he llegado a aborrecer con toda mi alma. - Su voz sonaba casi a súplica pero él estaba prevenido de su elocuencia.
- ¿Ya no estás bien en tus élites de snob con tu familia y marido perfecto? Pensé que no querías estancarte conmigo y aún espero una respuesta y una botella de vino que me prometiste la noche antes de no volver a venir aquí. - Quizás había dicho más de lo que debería – No debería haberte dejado entrar, Márchate.
- Sé que te arrepentirías toda la vida si me fuera ahora mismo - Y lanzó una mirada salvaje mientras se acercaba a él para besarlo.
Quizás no podríais imaginar nunca el convecimiento de alcanzar un nirvana absoluto que te produce mirar a los ojos a una chica así pero, si algún día llegáis a saberlo, me compadezco de vosotros por ser causantes, sin daros cuenta, de la pérdida de vuestra propia voluntad. Fran no dudó en ningún momento de que lo que estaba pasando fuera a pasar con ella. Siempre le ocurría y es que sus palabras con dureza eran anuladas por la imprudencia de sus actos. Le devolvió el beso y se abrazaron. Agarró su pelo y tiró con fuerza mientras que con su mano izquierda destrozaba los botones de su camisa. - No puede hacerme daño si solo es el ansiado sexo que he melancolizado - pensaba. Ella desabrochó su pantalón y lamió su pecho hasta llegar a sus muslos y meterse su polla en la boca. Siempre había sabido como hacer un francés pero decirle que lo hacía mal era la mejor forma de que se superara a sí misma. Su lengua hacía círculos y el solo podía apretarle la nuca y gemir entre aullidos. La levantó y la tiró contra el sofá. Metió la cabeza entre sus piernas y la hizo gritar de placer hasta que ella le empujó la cabeza con las manos, se colocó encima y empezaron a joder como si no hubiera mañana. Estuvieron horas sin moverse del sofá hasta que el cansancio les hizo tumbarse. Ella recostó su cabeza en el hombro de él y jadeó. El sudor había empapado el sofá y el vaho goteaba en los cristales por el contraste del frío que hacía en el exterior. Fran dio un trago a la botella y se la ofreció a Mery.
- ¿Sabes? Eres como esa llaga que te sale en el cielo de la boca que duele, te molesta y curaría sola si fuera capaz de dejar de rozarla con la lengua cada vez que me acuerdo de que la tengo.- Estaba diciendo lo que pensaba, al fin y al cabo, el daño ya estaba hecho, no creía que fuera a rechazarle de nuevo - eso eres. Una puta llaga en mi vida. Te he echado de menos, nena.
Ella permaneció en silencio. Siempre que el empezaba a hablar sobre un tema así ella callaba, era la mejor forma de continuar escuchando palabras que solo pertenecían a momentos como ese y debía saber como prolongarlos. Él la miraba esperando una respuesta.
- Tengo hambre, ¿te apetece algo de comer? - Contestó ella