miércoles, 30 de octubre de 2013

Exactamente.

No sé cuánto tiempo habré perdido
en encontrarme entre ríos de tinta
cada noche y no perderme
en cada desvío del camino.

No sé cuánta sangre habré perdido
buscando el olor de una flor extinta
que consiga que quiera quemarme
y que llene con más vacío mi vacío.

No sé cuántas veces la habré perdido
por nadar entre clavos buscando un isla
que, quizás, consiga enseñarme
a discernir entre lo que no quiero
y lo prohibido.

domingo, 20 de octubre de 2013

Cada noche.

Cada noche eres
un rayo y un relámpago
un mar en calma,
viento de inspiraciones
dionisíacas
y corriente de pretensiones
ilícitas
sobre mi cama.
Mi manantial,
onírico,
de siluetas
bajo las sábanas
y miradas afrodisíacas.
Cada noche dejas
que nade
en las aguas
pantanosas
de tu esencia,
adentrándome
desde la puerta
cristalina
de tus pupilas.
Y ahora, desnuda,
mientras duermes,
suspira,
y crea un melodía
tan profunda
que al rozarme
me rasgue el alma,
tan fuerte,
que haga
que nos sintamos
vulnerables
para siempre.

domingo, 18 de agosto de 2013

Camino.


- ¡Qué angustia! - escucho
cuando todos ven que pasas
cuando ven que te has ido
cuando has dejado tu rastro
marcando en pasos falsos
cada paso del camino.

- ¡Qué angustia! - oigo
cuando aligeran sus pasos,
cuando quieren que fluyas
olvidándote en cada tramo
y tú te marchas
como río que se escapa
entre las manos.

Y curioso que llegando
a tu destino
comprendas
observaste lo superfluo
y olvidaste lo importante:
El camino.

lunes, 29 de julio de 2013

Donde miran tus ventanas.

Cada ventana que mira
al féretro donde yacimos
tiene un recuerdo
de dos almas,
dos entes abiertos
que cuelgan como racimos
cuando danzamos
de cama en cama
y convertíamos
retazos del corazón
en fluidos de nuestros
cuerpos en llamas.


Miran donde quedaron
los huecos de palabras
obtusas.
Sonidos que retozaron
en nichos, almohadas
y caricias mudas.


Ahora, quizás deba
estarte agradecido
pues nos dimos lastre y alas,
yo, que no salí de la majada,
Y tú, que dándome sólo vacíos,
me has enseñado a añorar
tanto a tu cuerpo
como a la nada.

viernes, 21 de junio de 2013

Alejado.

De tanto observarte, vi
que a tu alrededor
era donde más claro amanecía
y para llegar a ti
tomé una vereda
donde dos senderos divergían.
Opté por el menos caminado
y desde ahí,
es en esto en lo que he basado
cada uno
del resto de mis días.

jueves, 6 de junio de 2013

Transición

Da igual que la noche
fuera oscura,
que la piel con la que roce
fuera fría,
que, sin querer, me desabroche
el alma
y la encuentre paseando
por mis días.
La vi entre humo y desentonando,
como verso libre,
sólo la miraba desde abajo
- y entretanto -
ya se había transformado
en poesía.

miércoles, 29 de mayo de 2013

Ahí estás.

Ahí está tu mirada
entre miles de ojos
que no pueden verte
-como yo-.
Ahí está tu rostro,
entre ellos; que no son nada
y no se giran para observarte.
Y ahí está tu alma,
perdida,
la que encuentro sin buscarla
y me quema cuando respira.

lunes, 27 de mayo de 2013

Definitivamente.

Definitivamente
no te he visto de verdad:
he visto el viento,
he olido tardes eternas,
te rocé el alma
y viví entre tus piernas.

Solo te vi
cuando no te quise,
cuando eras tú
-y no yo-
la que se ausentó.

No soy odio
porque te odie
ni te odié
tanto como pensé.

Sólo porque te fuiste
-y no te he encontrado-
así dejaste mi mundo;
Definitivamente deshabitado.

martes, 30 de abril de 2013

El Olor de la Incertidumbre.


La noche era oscura y húmeda. La Luna se situaba en el punto más alto del cielo y bajo las parpadeantes luces de las farolas, Marino andaba zigzagueante envuelto en un silencio sepulcral, en busca de una excusa para no volver a casa. Sus pasos eran torpes y parecía luchar por mantenerse en pie. Su pelo estaba despeinado y su gabardina abierta. En su rostro podía verse que se trataba de alguien de no muchos años, sin embargo sus ojos negros emitían un brillo intrigante de madurez y locura. Dio los últimos pasos y se paró frente a un pub en cuyo cartel se leía Vitos´s. Apuró la botella envuelta en una bolsa de papel de un último trago y se dirigió a entrar en el lugar. Antes de abrir la puerta se observó reflejado en el cristal, esperó un momento y una leve sonrisa salió entre la comisura de sus labios. Empujó la puerta y entró. Se trataba de un pub sucio y oscuro, su olor recordaba a mistelas y humedad. La barra se extendía desde la puerta hasta el final y varias personas se encontraban en ella hablando y apurando vasos en busca de un golpe de suerte que solucionara todos sus problemas. Entre el murmullo podía escucharse una antigua versión de Girl, you´ll be a woman soon que parecía llenar los huecos vacíos de cada conversación. Tras la barra un camarero entrado años y con la cara marcada por ese paso del tiempo lo miraba desde el fondo de la sala mientras apagaba un cigarrillo. Dio un par de pasos al frente y habló al recién llegado:
  • ¡Marino!, ¡Hace mucho que no pasas por aquí!, No sé si alegrarme de verte o no. – Parecía confuso –
  • No tienes que hacer ninguna de las dos; Ponme un Tequila y deja la botella sobre la barra. ¿Desde cuando das tú tu opinión?¿Tanto tiempo ha pasado?.
Su voz era grave, áspera y seca. Mientras hablaba avanzó dos pasos a duras penas y se sentó sobre el taburete que encontró más cerca. Varias personas se giraron para observar la escena antes de seguir apurando sus botellas. Vito colocó la botella de tequila y un vaso en la barra y permaneció junto a él esperando una explicación. Marino se miraba en el espejo que se encontraba tras la barra y agarró la botella sin mirarla, vertió su interior en el vaso y miró al camarero.
  • ¿Sabes, Vito?, No sé porque dejé de venir aquí, de salir, de beber. Mi vida ha consistido en eso y he sabido mantenerme, viejas amistades, desconocidos, noches… placer por la incertidumbre. ¿Por qué dejé todo esto?. – Parecía menos borracho hablando que caminando –
  • Tú conoces el motivo, y eres un gilipollas. Todos esperábamos que no volvieras, ella te había dado la oportunidad de ser alguien decente y no el despojo que eres y que todo el mundo esperó que fueras siempre… pero sabes que no es esa la pregunta. ¿Por qué has vuelto?, Lo jodiste todo, ¿Verdad?.
  • Yo no jodí nada, hijo de puta. Me pidió que la esperara, tenía la cabeza en otra parte y los problemas se nos acumulaban; facturas, hipoteca, trabajar y trabajar para pagar cosas que no quiero. No estoy acostumbrado a ese estilo de vida. Este ha sido siempre mi estilo de vida. – Golpeó la barra fuertemente con el puño –
  • ¿Beber? ¿Ese es tu estilo de vida?. – Vito se apoyó en la barra y lo miró a los ojos –
  • Ese es el estilo de vida de todo el mundo, si estamos tristes bebemos para olvidar, si somos felices bebemos para celebrarlo y si no pasa nada bebemos con la esperanza de que pase algo. No le veo nada negativo, pura banalidad e hipocresía. Me refiero a que ella me pidió que la esperara y se fue, dijo que necesitaba tiempo y pensar. Casi me vuelvo loco, he conocido el dolor de la perdida pero siempre hay algo peor, la incertidumbre. Miedo a algo que no es seguro, esperar algo que desconoces y no poder hacer nada, perder la esperanza, y aún así seguir en pie.
  • ¿Qué la esperaras? – Vito parecía impresionado - ¿Y qué pasó a su vuelta?.
  • No aguante hasta su vuelta, no pude más, me derrumbe, huí. Nadie merece tanto sufrimiento ni merece un castigo así sin merecerlo. Más de un hombre ha acabado viviendo en un parque por una mujer.
  • ¿Y tú quieres ser la prueba de ello?.
  • No, yo quiero ser libre, y si la libertad me lleva a eso, lo haré. no volveré a esperar a nadie, y menos a ella. Está decidido.
La conversación continuó durante horas y mientras tanto el bar fue vaciándose hasta que solo quedó una persona junto a ellos. La chica parecía querer apurar la noche hasta desgastar las estrellas y, por ello, su intención era quedarse allí el máximo tiempo posible. Vito se retiró al almacén para cerrar el bar. La música se paró y se mantuvieron durante varios minutos en un silencio cómplice, envueltos en sus pensamiento, sin ser conscientes de la presencia del otro. Pasado un rato la chica se giró y vio a Marino con los ojos clavados en el suelo, parecía ausente e intrigante. Abrió la boca para hablar pero prefirió seguir disfrutando del silencio. Marino vio rectificar a la chica, la miró también y decidió hacer lo mismo. Pasado un rato Vito volvió del almacén:
  • ¡Todavía estáis aquí!, pensé que os habríais ido. Supongo que ninguno quiere volver a casa. Podéis quedaros aquí a dormir si lo queréis pero no quiero líos y mañana os marcharéis cuando abra de nuevo. Podéis seguir bebiendo si os apetece, invita la casa por esta vez. – Agachó la cabeza y la balanceó con un tono de decepción – Yo me voy, parece ser que al contrario que vosotros tengo a alguien en casa que me espera.
  • Te lo agradezco, Vito – Dijo Marino – No se me ocurre ningún otro lugar a donde ir.
Vito apagó las luces y cerró el bar desde fuera. La chica se había quedado allí pero no había abierto la boca ni para despedirse del camarero. Marino supuso que era una situación habitual para ella puesto que Vito había supuesto que se quedaría sin tener que tuviera que decirle nada. Él se levantó y fue detrás de la barra a coger una botella se sirvió una copa y miró a la chica:
  • ¿Te apetece otra? – Le dijo.
La chica se limitó a acercar su vaso como señal de aceptación, Marino le llenó el vaso y se acercó a ella. En un principio no quiso interrumpir su pensamiento y solo se quedó mirándola. Entonces ella lo miró y habló:
  • Es difícil encontrar a alguien que no estropeé los silencios con frases absurdas para no sentirse incómodo. Por eso no hay mejor amigo aquel que es capaz de compartir tu soledad. No sé si podrás entenderme, he bebido mucho y es muy tarde.
Su voz era dulce y grave, cargada de dureza, con el final de cada frase emitía un sonido carraspeante y solía evitar el contacto directo de su mirada con la de Marino. En una de esas fugaces miradas Marino pudo ver unos rasgados ojos verdes que acompañaban a unos rasgos delicados y una melena larga y azabache.
  • Sé a que te refieres, pero no he hablado porque no me apetecía. No pretendía satisfacerte. ¿Cómo te llamas?¿Eres amiga de Vito?. – Dijo Marino.
  • Me llamo Irina y podría decirse que soy su amiga, frecuento su compañía y en ocasiones el paga por frecuentar la mía, no sé si me entiendes…
  • Creo que te sigo.
  • Al parecer eres un viejo amigo suyo si no no estarías aquí y por lo que he escuchado no estás en tu mejor momento. ¿Necesitas algún tipo de compañía esta noche?. – Continuaba sin mirarle a los ojos y apoyada con un codo sobre la mesa mientra bebía al finalizar cada frase.
  • Creo que me conformaré con la conversación y un par de tragos más pero gracias.
  • Es una pena, lo habría hecho gratis.
  • Quizás en otra ocasión, Irina. – Apuró el vaso y sirvió otros dos -
La conversación continuó y divagaron hasta altas horas de la noche, parecían conocerse aunque no se habían visto nunca y como suele pasar, cuanto más vacía estaba la botella más facilidad encontraban para desahogar sobre el otro el peso de sus tristes vidas.
  • ¿Cómo has acabado en esta situación?, quiero decir: Siendo prostituta, durmiendo en un bar, desahogándote con un desconocido y destrozando tu hígado sin piedad ninguna. Pareces más joven que yo y más inteligente, lo cual he comprobado que ocurre con el ochenta por ciento de las chicas que conozco. – Las palabras de Marino era cada vez menos lúcidas.
  • Yo nací al este de Europa pero con la desaparición la URSS mucha gente se vio obligada a salir del país y adaptarnos a vuestro estilo de vida, yo me adapté de esta forma. – Hizo una pausa, parecía pensar como defender su situación- Nunca he encontrado nada malo en utilizar tu cuerpo para ganar dinero y los hombres que suelen llamarte se encuentran demasiados solos para tratarte mal. No es un mal trabajo pero tampoco es algo que quiera hacer para siempre. ¿Cómo has acabado tú así? Desde mi punto de vista has caído mucho más bajo que yo, mi situación es por necesidad, la tuya es puro conformismo. Creo haber escuchado algo sobre una chica. – Su acento era muy exótico.
  • ¿Así? Bueno la vida es una montaña rusa… Siempre he sido una persona muy segura de sí misma. No he tenido casi inseguridades y siempre que me he dispuesto a hacer algo lo he hecho bien. Nunca he fracaso en nada que me haya propuesto conseguir pero siempre tiene que aparecer una debilidad, un Talón de Aquiles, una punta en la pared donde rasgarte el codo cuando has pasado lo difícil. Mi debilidad ha sido ella, se llamaba Helen, bueno y se sigue llamando así, solo me abandonó; no ha muerto. – Sonrió – Quizás por eso me afecta tanto que se fuera, no estoy acostumbrado a que alguien me rechace y me confié, pensé que estaría ahí hasta que yo quisiera. – Marino miró al suelo.
Había empezado a llover y se escuchaba golpear con fuerza el agua contra los cristales del bar. Dentro del bar era lo único que se escuchaba. Permanecían en silencio pensando en esta última conversación. Beber le facilitaba el hablar de ello pero las heridas siguen abiertas y expuestas después de cada sorbo. Tras pasar un rato escuchando la lluvia Marino continuó.
  • Lo peor de todo fue que nunca me dijo que se iba, solo me pidió que la esperara. La incertidumbre puede volverte loco en esas situaciones. He pasado noches sin dormir imaginando situaciones que nunca han existido, soñando despierto cosas que parecían reales. Estoy roto por dentro y nunca he tenido cojones de buscarla para decírselo, es verdad que es la duda de si volverá o no la que me hace sufrir pero me aterroriza que la respuesta sea peor que la propia situación en la que estoy.
Irina asintió, se levantó de la silla y le contestó:
  • Creo que eres un cobarde, esa chica te debe una respuesta y tú estás aquí hundido en tu propia miseria. Ve y búscala te diga lo que te diga siempre será mejor que la espera, tu problema es que no puedes aceptar algo que no aún no ha pasado y no puedes cerrar un capítulo de algo que no ha terminado; te he escuchado decir que no la esperarías nunca más y sin embargo aquí estás, esperando. Me aburres, me voy a dormir.
Irina se fue al fondo del bar y entró en el almacén donde parecía que había un colchón en el suelo. Se tumbó y no tardó en dormirse. Marino permaneció allí sentado durante varios minutos. Pensaba en lo que le había dicho, puedes tener todo tipo de problemas en la vida pero no puedes verlos como son realmente desde dentro. Lo mejor que te puede pasar en esa situación es tener un amigo lo suficientemente hijo de puta para decirte el ridículo que haces y como te ven los ojos que te observan para poder dar un paso que te haga solucionar los traumas que te causa.
Al cabo de un rato se levantó de su silla y salió de Vito´s. Se dirigió a su casa pensando y deseando poder dormir como se merecía después de tener más alcohol que sangre en vena. No podía evitar tener sensaciones ilusorias de encontrar a Helen esperando en la puerta de su casa. Que todo habría acabado pero cuando se sorprendía pensando en ellos cortaba el pensamiento recordando las conversaciones de esa noche. Tardó más de un hora hasta llegar a pie a su casa. Entró, olía a cerrado y basura, llevaba semanas sin limpiar pero no era algo que le preocupara. Llegó hasta su cama y se durmió sin problemas. Nada pasó por su cabeza hasta que despertó.
Durante semanas volvió a llevar una vida más o menos normal, evitaba pensamientos que le derrumbaran y acostumbró a llevar chicas a casa cada noche para evitar la soledad. Se encontraba bien entre gente marginada porque se sentía un marginado. Le aburría la gente normal que se creía equilibrada y presumía de vivir en el mundo real por tener un trabajo, familia y cuatro amigos con los que salir de su hipócrita vida los fines de semana. - Si algo aburrido en este mundo es aquel que te dice siempre la verdad – pensaba.
Una de esas tardes se sorprendió solo, sin alcohol y revisando viejas cajas. Entre ellas encontró viejas fotos de Helen, en una de ellas estaban ellos dos, casi desnudos, en un lago, recordaba el olor a hierba y sexo y una vieja canción de Johnny Cash sonando de fondo. - ¡Joder! – Pensó – Eran grandes tardes. - Se sorprendió triste y decaído con su recuerdo y decidió olvidar el tema durante unos días. No salió como había querido y la “infalible” táctica de la rutina y el sexo vacío había dejado de funcionarle y quizás era el momento de afrontar la realidad y tener la conversación que debería acabar con todo aquello. Bebió y fumo un poco de hierba antes de salir para relajarse. Había escuchado donde vivía ahora Helen así que probaría fortuna. Intentaba no tener expectativas sobre el momento de encontrarse con ella y era inevitable pensar en que todo podría salir bien. Llegó hasta su puerta. No imaginaba a Helen viviendo en un lugar así parecía moderno, todas las puertas eran iguales, excepto algunas con una maceta y varias flores en la puerta. Todas las puertas eran marrones en el edificio y tenían frente a ellas un ventana que dejaba ver al menos la ciudad de un punto algo, bastante bello si sabías apreciarlo. Se paró, apelmazó su ropa y llamó con tres golpes secos. No pasó nada. Esperó. En todo el edificio había silencio, parecía aburrido, ni siquiera era de noche. Volvió a golpear la puerta tres veces y esperó. Siguió sin ocurrir nada y bajó la cabeza. Se sentía ridículo y había demasiada luz para su gusto. Se dio la vuelta y dio un pasó cuando escuchó una puerta abrise detrás de él.
  • ¿Puedo ayudarle en algo? – Tenía una voz grave pero femenina. Marino se dio la vuelta, ella abrió sus grandes ojos impresionada - ¡Vaya, eres tú!. Hacía tiempo que esperaba tu visita.
  • ¿Puedo entrar?, Creo que tenemos algo pendiente y no puedo marcharme sin hablar contigo. – Parecía haber vuelto la seguridad en sí mismo que le había acompañado toda su vida, quizás solo apariencia.
  • ¡Claro!, pasa. – Tartamudeó antes de hablar. Se retiró de la puerta para dejarlo pasar.
Marino entró en la casa, parecía luminosa y poco decorada, no parecía un lugar en el que vivir mucho tiempo. La entrada daba directamente al salón donde había un sofá con una pequeña mesa de té delante con par de libros sobre ella, en uno de ellos podía leerse “Hemingway”. Tras la mesa había una tele muy antigua y algunos posters en la pared del fondo. Se sentó en el sofá y esperó a que llegará Helen con un par de cervezas, ella se sentó y le preguntó.

  • ¿A qué has venido?. – parecía nerviosa.
  • Necesito hablar contigo, quiero saber varias cosas que para mi quedaron al libre albedrío,he estado pensado mucho pero no quiero incomodarte, puedo marcharme si lo deseas. En fin, será como tú quieras.
Marino se echo hacia atrás y se recostó en el sofá, ella soltó la cerveza sobre la mesa y se quedó pensativa mirando a la ventana que tenía enfrente. Giró la cabeza, su larga melena negra hacía juego con sus ojos y su piel morena. Observó fijamente lo ojos de Marino, se mantuvo estática, miró al suelo. Dio un largo trago de su cerveza y la dejó de nuevo sobre la mesa. En una acto de impulso se avalanzó sobre él, le besó, le agarró con fuerza, se retiró y le golpeo la cara fuertemente con la palma de la mano. Él parecía no comprender nada. Volvió a mirarle y le besó, intentaba quitársela de encima sin mucho éxito y finalmente cedió antes los encantos de Helen. Continuó besándola y le arrancó los botones de la camisa. Jadeaban como sabuesos. La agarró de las nalgas y la levantó del sofá, la llevó hasta la cama sorteando los obstáculos del camino y la lanzó sobre ella. Se tumbó despacio a su lado y continuó besándola mientras acariciaba su vientre y le agarraba del pelo. Ella le agarraba y le arañaba el pecho. Él ambiente olía a pasión, ira, fuerza, sentimientos que nunca desaparecen,como la complicidad, la compenetración y la confianza. Hicieron el amor hasta pasadas cuatro horas. Ninguno habló, en ningún momento fue necesario. Estaban exhaustos, al acabar ella recostó su cabeza sobre el hombro de él y durmieron, abrazados y desnudos, toda la noche.
Marino abrió lo ojos por la mañana. Allí estaba ella, mirándolo. La besó, todo parecía un sueño. Se sentó en el borde de la cama y la miró. Entonces le habló.
  • Ha sido increíble, ¿No crees?. – Y carraspeó.
  • Ha sido lo más inesperado que me ha ocurrido nunca. – Parecía cansada.
  • ¿Y ahora qué? – Preguntó él.
  • Es algo que deberíamos replantearnos, y no tomar a la ligera – ahora ella perecía muy segura de sí misma. Seguía desnuda y se sentó en el borde de la cama junto a él – Cuando llegaste ayer estaba recogiéndolo todo. He aceptado un trabajo fuera del país y me voy pasado mañana. No esperaba que pasara nada esto y necesitaba alejarme de todo cuando me lo ofrecieron, no voy a pedirte que lo hagas pero… ¿Crees que podrás esperarme?.
Marino se levantó y comenzó a recoger su ropa. Se puso la camisa, recogió su ropa interior y comenzó a ponerse lo pantalones. Ella mientras tanto lo observaba desde la cama. Se frenó frente a la ventana y miró por ella mientras abrochaba los últimos botones e su camisa. Hacía un día precioso y El Sol golpeaba con fuerza aquella mañana. Los pájaros cantaban junto ellos y los rayos de luz penetraban en toda la habitación. Marino se dio la vuelta la miró a los ojos y volvió a tumbarse en la cama, junto a ella.



jueves, 18 de abril de 2013

Déjame.


Déjame que te enseñe
la belleza de volar
en compañía,
de mis noches en silencio
de tus ganas de gritar
y de la lluvia.
Déjame verte brillar
entre las sombras
y comerte
la primavera
entre sonrisas
y deja que me funda
contigo
y con la brisa
y el mar
y la luz
y la Luna
y tu risa.

sábado, 23 de febrero de 2013

Acabose.


No ganamos,
por perdernos,
por cortar el cielo
a trazos,
y usar la libertad
para abstenernos.
Nadie sabía
que no estábamos muertos,
que por quitarle
el frío al invierno
he tapiado
los balcones
que asomaban al jardín
de tus recuerdos.

lunes, 28 de enero de 2013

Un final.

Al final, quedan siempre
vacías las habitaciones
de miradas, de sonrisas,
de recuerdos, de atracciones.
Se nos olvidó encadenar
a las caricias y decorar
a la rutina con las flores.
Me deshice en olores,
tus curvas, incertidumbres,
en besos y en mañanas,
para subsanar nuestros dolores
y romper tu pulcritud
entre mis sábanas. 

domingo, 6 de enero de 2013

Un día concreto.


Era un día lluvioso y el verde las paredes se derretía sobre el cuerpo de Fran en aquella calle del centro. Desde su sitio solo se veía basura, libros viejos con polvo entre sus páginas, y botellas vacías como corazones la última semana de un agosto idílico. Por la ventana entraba un hilo de luz que marcaba la sombra de los barrotes del alfeizar. Era una imagen tétricamente bella que sería imposible de explicar con certeza para el entendimiento de la mediocridad con la que observáis. En el centro de ese suburbio una mirada perdida viajaba mentalmente a momentos en el que todo aquello le parecería importante dentro su vida. Hubo una época en la que una vida rutinaria y una copa antes de acostarse era suficiente para ser feliz. Quizás evitar pensar en la persona con quien dormía en esos momentos era una negación necesaria para recordar esos momentos con cariño, pero eso no evitaba que ella hubiera estado allí. Sin embargo, siempre pensó que sería más feliz solo, no rendir cuentas a nadie y poder vaciar botellas al ritmo con el que pasaba hojas del calendario. Parecía un buen plan para un hombre cuyo recuerdo más cercano al trabajo quedaba tan lejos como las duchas diarias. Se levantó de esa silla y esperó a que se le pasara ese mareo para dar el primer paso. Cojeaba desde hacía años pero tampoco se había preocupado en conocer el motivo de este síntoma. Anduvo hasta apoyarse sobre el marco de la ventana y observó durante un rato mientras esquivaba que la luz le diera directamente en esos ojos casi grises y enterrados por el mal llevado paso del tiempo. En la calle cientos de personas paseaban, al parecer, muy atareados. A Fran siempre le gustó observar a la gente sin que supieran que son observados por que solo en ese momento es cuando alguien se comporta sin tal y como es. Le gustaba encontrar personas que andaban perdidas, desde su punto de vista, las personas que andaban con la mente en otro sitio siempre eran las mejores que encontraba en su vida.
En la acera frente a esa casa, una chica de estatura media y muy bien vestida entraba en una tienda de licores. Estaba aburrida de ese día y buscaba algo fuerte con lo que matar a las horas de una forma suave y entretenida. Abrió la puerta suavemente y entró en la sala con presencia. Los ojos cansados de un vendedor casposo le observaron desde detrás de un mostrador.
- ¿En que puedo ayudarle? - Se escuchó - No creo que pueda encontrar lo que busca alguien como usted en un sitio así. - La voz del vendedor se apagaba en las últimas palabras de cada frase como un la luz de una linterna a la que se le están agotando las pilas.
- ¿por qué supone? - La voz de la chica sonaba melodiosa pero firme- ¿No cree que pueda satisfacerme ni aunque solo sea como un mero acto social de venderme algo que pueda interesarme? Puestos a suposiciones, dudo que pueda satisfacerme pero si me da una botella de absenta al menos habré encontrado lo que busco y usted habrá alcanzado el nivel máximo de satisfacción que podrá ofrecerme en la mera relación vendedor-cliente a la que nos ceñiremos. Así que deje de hablar y haga lo que le pido - mientras hablaba daba pequeños pasos acercándose al mostrador.
- No era mi intención ofenderla. - dijo el tendero en palabras que sonaron a gruñidos -
La chica bajó sus gafas de sol hasta la mitad de la nariz y dejó ver unos ojos claros y sobre ellas. Su piel clara contrastaba con el color oscuro de su sombrero y las palabras que salían entre unos labios gruesos y carnosos hacían que a cualquier hombre le apeteciera perderse en ellas. La chica cogió la botella y salió de la tienda. Mientras cruzaba la calle tiró la bolsa de papel y metió el absenta en el bolso. Camina perdida, llegó a la cera de enfrente y se paró delante de unas pequeñas escaleras que llevaban al portal de un edificio construido hace algunas décadas. La escalera de incendios sobre este parecía tan oxidada que quizás algún día fuera la causante de un problema mayor de los que pudiera solucionar. Miró hacia arriba despacio hasta fijarse en el movimiento de vaivén de unas cortinas en la ventana de uno de los pisos superiores. Se quitó las gafas y las colgó de una patilla en su escote. Comenzó a andar lentamente, consciente de la sensualidad del movimiento de sus caderas y entró en el portal quedando atrás una calle llena de ruido. Entró en el ascensor y subió hasta el cuarto el piso. Anduvo por el pasillo que sucedía al ascensor y tras dejar atrás dos puertas se paró frente a una rígida puerta de caoba con una mirilla circular en el centro. Se miró al espejo que tenía en el bolso, lo guardó y llamó tres veces fuertemente a la puerta. Se hizo el silencio.
Fran continuaba mirando por la ventana. Se dio la vuelta y vio su casa, quizás había ido demasiado lejos, no pretendía ser así de impresentable a pesar de la dejadez que se apoderaba de su vida. Anduvo dos pasos y se preguntó por donde empezar - Es mejor empezar por el principio - se dijo, y cogió una botella del suelo y la que besó hasta que el alcohol le hizo toser. La dejó sobre la mesa y recogió los trozos de comida seca del suelo, ordenó las botellas vacías en el mueble de la cocina y llevó todos los libros a su escritorio. Tras haber acabado se podría decir que parecía una casa deshabitada pero una casa al fin y al cabo. Abrió las cortinas que quedaron meciéndose a cada lado de la ventana y en el sillón. Sobre la mesa solo habían quedado un par de folios. Quizás era un momento bueno para empezar a escribir algo. Nunca había sido escritor pero su carácter bohemio y ausente hacía que las chicas le tomaran por algo parecido. Además siempre había pensado que la mejor forma de conocer tus pensamientos era plasmarlos sobre un papel. Cogió la pluma y escribió "Notas para un relato". Se inclinó sobre la mesa y dio otro trago. Escribió el primer guión "Un hombre que nunca ha logrado tener una vida personal fija, el sexo ya no es suficiente pero...". Tres golpes sonaron en la puerta. Se hizo el silencio. Maldijo internamente. - Sea quien sea, ya se irá. No me apetece tener visitas ahora. Seguramente sea el idiota del mexicano católico del pasillo de enfrente para regalarme otra jodida estampita - Pensó. Pasaron diez segundos y cogió la pluma de nuevo. Apoyó la mano sobre el papel. La puerta sonó de nuevo interrumpiendo su pensamiento. Se levantó enfurecido y tiró la botella contra la puerta. La botella no se rompió pero el golpe se escuchó en todo el edificio. Se acercó cojeando a la puerta mientras voceaba y blasfemaba. La abrió.
- ¿A caso quieres que te pateé el cul...oh... ¡Eres tú! - Sus ojos se abrieron, parecía conmocionado. - Hacia tiempo que no sabía nada de ti, ¿Qué coño haces aquí? - Se dio la vuelta y dejó la puerta abierta.
- He tenido recibimientos mejores pero me conformaré si me dejas entrar, he traído algo para beber. - La chica entró y cerró la puerta.
- Llegas algo tarde, Mery. - Dijo sin mirarle a los ojos - No te esperaba y llegas en mal momento. Muy de tu estilo, por cierto.
- Sabes que ninguna de esas razones son suficiente para que mi llegada no sea bienvenida - las palabras de ella siempre sonaban convincentes, quizás ese fuera el secreto de que lo que dices acabe siendo real, creerlo - ¿Qué estás haciendo y por qué tienes todo recogido? ¿Estás viéndote con alguien?
- Quizás me vea con alguien. No es algo que deba tratar contigo o que deba preocuparte. - La áspera voz de Fran podía curvar el espacio que los separaba con solo gritar un poco más - ¿Qué es lo que quieres?
- A ti. Te he echado de menos, cielo. - Apoyó sus manos sobre la mesa y se quitó el sombrero.
- Tengo hambre, ¿Te apetece algo de comer? - Levantó la vista y pudo mirarla un segundo a los ojos antes de bajar la mirada de nuevo y clavar los ojos en las pocas palabras que había escrito.
- ¿Vas a esquivar todo lo que te diga que pueda hacer que cedas haciéndonos entrar en el bucle infinito que caracteriza nuestro amor? o ¿vas a ponerme las cosas fáciles sin que tenga que meterme tu polla en la boca antes de convencerte de que no puedes huir si soy yo quien te sigue?
Fran se levantó del sofá y cogió la botella que ella había dejado sobre la mesa. La abrió y tomo un largo trago, después la cerró y la dejó de nuevo donde estaba. Tumbó su cuerpo sobre el sofá y pensó en el porqué de que ahora no quisiera nada de ella. Hacia tiempo ya se habían estado viendo y tras la venta de su alma a un amor, en el que nunca creyó, y tras retirar su coraza en el momento, el que una lluvia de flechas se le venía encima, ella se fue y las heridas de las flechas cicatrizan muy lentamente si te las cuidas tú solo. No había pasado mucho tiempo desde entonces pero esa chica parecía estar dispuesta a reabrir sus heridas cada vez que la costra ya las había cubierto. No era la primera vez que se iba y volvía pero la recaída tras levantarte suele ser siempre en aún más profunda. Nunca le había faltado el sexo y tampoco era algo que le preocupara. Tenía dinero para pagar a una puta si una noche se sentía solo pero estamos hablando de una compañía distinta. Es fácil sentirte solo aunque físicamente haya alguien a tu lado pero es muy difícil que alguien elimine ese sentimiento sin estar a tu lado de forma física. Ella era quien conseguía que los días pasaran más rápido pero hay información que es mejor callarse para que no se vuelva en tu contra. Fran volvió en sí y dio una vuelta a la habitación con la mirada. Entonces se dispuso a hablar.
- Sabes que una mamada no es tu punto fuerte y no esperes convencerme de nada a estas alturas. Aún no sé que pintas aquí. - Bajó la mirada de nuevo.
- Estoy aquí por ti. Eres lo único que logra sacar lo que tengo dentro y hacer olvidar la vida que he llegado a aborrecer con toda mi alma. - Su voz sonaba casi a súplica pero él estaba prevenido de su elocuencia.
- ¿Ya no estás bien en tus élites de snob con tu familia y marido perfecto? Pensé que no querías estancarte conmigo y aún espero una respuesta y una botella de vino que me prometiste la noche antes de no volver a venir aquí. - Quizás había dicho más de lo que debería – No debería haberte dejado entrar, Márchate.
- Sé que te arrepentirías toda la vida si me fuera ahora mismo - Y lanzó una mirada salvaje mientras se acercaba a él para besarlo.
Quizás no podríais imaginar nunca el convecimiento de alcanzar un nirvana absoluto que te produce mirar a los ojos a una chica así pero, si algún día llegáis a saberlo, me compadezco de vosotros por ser causantes, sin daros cuenta, de la pérdida de vuestra propia voluntad. Fran no dudó en ningún momento de que lo que estaba pasando fuera a pasar con ella. Siempre le ocurría y es que sus palabras con dureza eran anuladas por la imprudencia de sus actos. Le devolvió el beso y se abrazaron. Agarró su pelo y tiró con fuerza mientras que con su mano izquierda destrozaba los botones de su camisa. - No puede hacerme daño si solo es el ansiado sexo que he melancolizado - pensaba. Ella desabrochó su pantalón y lamió su pecho hasta llegar a sus muslos y meterse su polla en la boca. Siempre había sabido como hacer un francés pero decirle que lo hacía mal era la mejor forma de que se superara a sí misma. Su lengua hacía círculos y el solo podía apretarle la nuca y gemir entre aullidos. La levantó y la tiró contra el sofá. Metió la cabeza entre sus piernas y la hizo gritar de placer hasta que ella le empujó la cabeza con las manos, se colocó encima y empezaron a joder como si no hubiera mañana. Estuvieron horas sin moverse del sofá hasta que el cansancio les hizo tumbarse. Ella recostó su cabeza en el hombro de él y jadeó. El sudor había empapado el sofá y el vaho goteaba en los cristales por el contraste del frío que hacía en el exterior. Fran dio un trago a la botella y se la ofreció a Mery.
- ¿Sabes? Eres como esa llaga que te sale en el cielo de la boca que duele, te molesta y curaría sola si fuera capaz de dejar de rozarla con la lengua cada vez que me acuerdo de que la tengo.- Estaba diciendo lo que pensaba, al fin y al cabo, el daño ya estaba hecho, no creía que fuera a rechazarle de nuevo - eso eres. Una puta llaga en mi vida. Te he echado de menos, nena.
Ella permaneció en silencio. Siempre que el empezaba a hablar sobre un tema así ella callaba, era la mejor forma de continuar escuchando palabras que solo pertenecían a momentos como ese y debía saber como prolongarlos. Él la miraba esperando una respuesta.
- Tengo hambre, ¿te apetece algo de comer? - Contestó ella