No sé cuánto tiempo habré perdido
en encontrarme entre ríos de tinta
cada noche y no perderme
en cada desvío del camino.
No sé cuánta sangre habré perdido
buscando el olor de una flor extinta
que consiga que quiera quemarme
y que llene con más vacío mi vacío.
No sé cuántas veces la habré perdido
por nadar entre clavos buscando un isla
que, quizás, consiga enseñarme
a discernir entre lo que no quiero
y lo prohibido.
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