¡Qué paradoja!
Que la peor de las musas
fue la que se empeñó en serlo
y en aparecer entre mis hojas.
Qué paradoja,
qué menos da el tiempo,
que no sabe de causas justas,
que mientras intentaba
convertirte en poesía,
e inmortalizar tu presencia,
tú decidieras ser
la peor de las musas,
y hacer
que lo único
que me inspire
sea
tu ausencia.
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